domingo, 13 de marzo de 2011


La infancia de mi mamá en Córdoba duró hasta los 17 años. A pesar de los televisores, teléfonos y radios las noticias llegaban tarde y en un idioma mezcla de inglés, castellano y cordobés que no facilitaba las cosas.
Carola creía ferviente en la cigüeña. En el mismo año en el que probó su primer cigarrillo le escribió la última carta al plumífero pidiéndole, rogándole un hermanito. Se subía al techo mas alto de la casa, con sus patas de tero y la dejaba ahí, entre las tejas segura de que el animal la agarraría y la llevaría para leer en su nido.
Pasó una semana y no había ni señales de la cigüeña. Mi mamá enfrentó a Elise y a Gringo y les dijo: quiero un hermanito o un nuevo perro salchicha. Lo único que recibió como respuesta fue que mi abuela la corrigiera severamente en cuanto al nombre de la raza. Se llama dachshund.
A las dos semanas del episodio mi mamá volvió del colegio Reydon school for girls y Gringo le dijo que fuera a su cuarto directamente, que había una sorpresa. Lo que tanto había pedido se había hecho realidad. Carola empujó la puerta pesada de madera con picaporte de hierro y encontró un cochecito antiguo que miraba hacia la ventana. Juntó las manos y se dirigió hacia el montículo que estaba tapado con una sábana bordada. Un perro salchicha de menos de un mes con un gotero como chupete para ella sola. El mejor hermano del mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenisimo! variaciones sobre el tema!
lo que mas me gusto fue la foto!
besos
iya