Las visitas se sacaban los zapatos antes de bajar el escalón del pasillo que daba a los cuartos porque justo debajo de él habían unas maderas levantadas que hacían crujir el piso. Las amigas de mi abuela dejaban sus tacos arriba de la biblioteca y sus maridos los mocasines al lado del revistero. En puntas de pie iban hasta el cuarto del bebe Mío y se quedaban ahí mirándolo dormir y mover las patas mientras soñaba que corría.
sábado, 14 de mayo de 2011
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