sábado, 6 de agosto de 2011

A los cuatro años Mamá me regalo un libro de mi tamaño con varios cuentos, entre ellos Caperucita Roja. Estaba en inglés, venía con dibujos y al final de cada cuento tenía caretas con las caras de los personajes.

Por ser la más chica  me tocó ser Caperucita. Cuando mi prima más grande (el lobo) me decía con voz grave y los dientes para afuera “para comerte mejor” yo empezaba a llorar y teníamos que frenar el ensayo. En cada nuevo intento me parecía que al lobo le iban creciendo más los colmillos. En el último que hicimos a la hora de la siesta, las demás actrices, cansadas de tener que explicarme que lo de mi prima era ficción, decidieron que yo iba a ser el leñador. En las casas y en los colegios de mujeres, las chicas también actuamos de varones.

Fragmento (From the long sad party - Mark Strand)


the night would not end.
Someone was saying the music was over and no one had noticed.
Then someone said something about the planets, about the stars,
how small they where, how far away.


lunes, 4 de julio de 2011

Fragmento VI







Los hijos de los amigos de tus papás vana ser tus amigos. Primero los ves de lejos en el golf, después vienen a tu casa, o vas a sus cumpleaños sin conocerlos, así funciona. Los Schoklender eran tres hermanos de ocho, diez y once años. Sus padres les habían puesto ese apodo. Cada vez que venían a casa rompían las luces de la pileta, lastimaban zorzales y rompían flores. Yo me escondía atrás de los árboles agarrando a Mío cont odas is fuerzas. No quería que nos lastimaran. Mío se escapaba de mis brazos dejándome rayones cerca de las articulaciones, apenas gruñendo. Se lamía las patas mientras yo le agarraba su mejor oreja, la derecha, y le explicaba la situación. Me imaginaba que tenía poderes mágicos que funcionaban si hablaba en rima, y así me pasaba horas, escondida entre los cosmos.
Los Schoklender agarraban a su prima en la arena y le ponían jugo de mandarina en los ojos. Eran remolinos en el río, te agarraban los pies en lo profundo y chocaban las manos todo el tiempo. Tenían la boca siempre sucia, y después de comer una tostada se chupaban los dedos y volvían a agarrar otra. Eran ese pegote que no sale ni raspando con las uñas.

jueves, 30 de junio de 2011

viernes, 10 de junio de 2011

fragmento V

Bato el café con leche hasta que quede lo mas blanco posible, esta vez le tengo que ganar a mi prima. La proporción exacta de leche,azúcar y café es clave. La muñeca se acalambra pero se que estoy cerca, que cuando llegue a beige oscuro tengo que dejar de mirar y en unos minutos se va a tornar camel. No aguanto y me como la mitad de la mezclita. ¿Tostadas? No gracias.

Por muchos años una de mis mayores diversiones fue irme a dormir a lo de mi abuela, tres pisos más arriba que casa. Subía en camisón con mi pato y quizás un pingüino y una valijita que era de mi mamá que se ajustaba con una traba tipo Hermés y estaba forrada con un género de flores fucsias. Los desayunos en el octavo c eran en el comedor. Hortencia, o como Elise la llamaba Jourtencia, nos traía los cafés en unas tazas mas anchas que altas con tulipanes colorados, azules y amarillos pintados. Jugábamos carreras, o eso me hacía creer Abuela para que me lo tomara todo. Yo siempre ganaba.

En el trabajo en la fundación lo primero que aprendí fue la lógica del café de filtro: el chorro no tiene que ir dando vueltas, va recto hacia el centro y ahí baja más rápido. De vez en cuando y por vueltera me manchaba con los granitos marrones.

sábado, 14 de mayo de 2011

Fragmento IV

Las visitas se sacaban los zapatos antes de bajar el escalón del pasillo que daba a los cuartos porque justo debajo de él habían unas maderas levantadas que hacían crujir el piso. Las amigas de mi abuela dejaban sus tacos arriba de la biblioteca y sus maridos los mocasines al lado del revistero. En puntas de pie iban hasta el cuarto del bebe Mío y se quedaban ahí mirándolo dormir y mover las patas mientras soñaba que corría.

domingo, 24 de abril de 2011

Vi en internet que se conocieron las causas por las cuales miles de pájaros se murieron en Estados Unidos. Así de repente se cayeron sin vida al piso. Y los norteamericanos se preocuparon pero no entendían el porqué los pájaros mueren.
Con mis primas siempre nos preguntamos dónde mueren los pájaros. En la ciudades, debería haber palomas y gorriones por cada tres baldosas. Y no. ¿Tendrán un lugar al que van todos a morir? Yo estoy segura que no hay tantos perros ni gatos como pájaros para que se los coman a todos. Siempre que comento esto afuera de mi círculo familiar saltan las opiniones por todas partes, en voz fuerte, des autorizándome.
En Estados Unidos los pájaros se murieron de miedo. Escucharon los fuegos artificiales, las bombas por un dólar y cayeron petrificados. Me dieron ganas de darles agua con azúcar.